11 noviembre 2007

Un momento mágico.

En este mundo de apariencias, construido sobre fuegos de artificio, en el que triunfa una legión de bellos mediocres. A veces ocurre algo que hace tambalear el castillo. Algo radicalmente opuesto a lo que estamos acostumbrados cuando alguien nos habla de fama.
En un mundo donde personas como Britney Spears, Christina Aguilera, Madonna, Justin Timberlake y otros de semejante corte, consiguen llegar a lo más alto con una cuidada y requeteestudiada mezcla entre talento, marketing y sexappeal; ocurre de repente un pequeño milagro.

Britains got talent es el nombre de un programa de cazatalentos británico, parecido al que aquí en España se presentó como Factor X.

En dicho programa apareció Paul Potts. Un chico gordito, con un traje barato, el diente partido y poco agraciado. Vendedor de móviles decía que era.

Cuando le preguntaron que es lo que iba a cantar. Él respondió que iba a cantar ópera. Le miraron con sorna y procedieron a escucharle.

Paul hizo un gesto a la regidora para que pusiera la música y ocurrió lo que yo y millones de personas definirían como un momento mágico.

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